Lo que en los años ochenta era un terreno donado a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), hoy es la prisión donde convivirán por primera vez cuatro ex jefes de Estado: Humala, Castillo, Toledo y, el último integrante, Vizcarra. 

El penal Barbadillo, un pequeño recinto penitenciario dentro de la sede de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DIROES), en Ate, se ha convertido en el destino final de varios exmandatarios peruanos.

Desde el 13 de agosto, el expresidente Martín Vizcarra se sumó a esa lista tras recibir una orden de prisión preventiva de cinco meses, dictada por el juez Jorge Chávez Tamariz, en el marco de los casos Lomas de Ilo y Hospital Regional de Moquegua.

En menos de dos décadas, el mismo establecimiento ha visto pasar a presidentes de distintas líneas políticas, todos involucrados en procesos por corrupción o abuso de poder. Fujimori, Humala, Castillo y Toledo ya conocen sus celdas; ahora, Vizcarra se convierte en el quinto “inquilino” de este lugar, diseñado para albergar a reos de alta seguridad, pero con condiciones muy diferentes a las de un penal común.

¿CÓMO ES BARBADILLO?
En los años ochenta era un terreno donado a la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) y se convirtió en la cárcel de los expresidentes peruanos procesados y/o condenados por corrupción.

Al día de hoy cinco los exmandatarios que han pasado sus noches en este recinto. Tanto Ollanta Humala, Pedro Castillo y Alejandro Toledo se encuentran hoy recluidos y sus celdas están casi una al lado de la otra. Pese a ello, fuentes del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) aseguraron que no se cruzan por tener rutinas distintas.

Este penal ubicado en el distrito de Ate abrió sus puertas en setiembre de 2007 tras la extradición del hoy fallecido Alberto Fujimori al Perú, pero no es hasta el 2017, cuando el Poder Judicial dictó prisión preventiva para Toledo por el caso Interoceánica, que el INPE habilitó nuevos espacios para que fuese recluido.

El internamiento de Toledo en el penal de Barbadillo, luego de estar seis años prófugo en Estados Unidos, cambió el registro histórico de expresidentes peruanos que han pasado por una cárcel en más de 200 años de historia republicana. Con Vizcarra en la cárcel, es la primera vez que se ve al mismo tiempo a cuatro exgobernantes tras las rejas. Uno al lado del otro.

Inicialmente se pensó como una prisión temporal mientras se construía un centro de reclusión en el Callao para el expresidente Fujimori. Sin embargo, durante el gobierno de Alan García se decidió que ese sería el penal en el que debía quedarse mientras enfrentaba su juicio y, luego, para cumplir su condena.

Sobre el régimen penitenciario que tienen los expresidentes, el exjefe del INPE Wilfredo Pedraza mencionó que los internos de Barbadillo están bajo un régimen ordinario. Tienen dos días de visita por semana para familiares directos y amigos. Asimismo, cuentan con una pequeña mesa, una silla y objetos personales que les permitan cierta comodidad.

“Todo privado de libertad en prisión tiene la obligación de desarrollar una actividad. Fujimori pintaba y realizaba actividades en un biohuerto. Toledo establecerá una serie de actividades para realizar y la administración penitenciara se las concederá, salvo que afecte la seguridad”, señaló Pedraza.

JEFES DE ESTADO TRAS LAS REJAS
Durante el bicentenario, hubo presidentes derrocados, secuestrados, deportados y hasta asesinados en actos públicos, hechos que sucedieron cuando el sistema de justicia era frágil e inoperante. En medio de estas trágicas circunstancias, solo dos exjefes de Estado fueron recluidos tras afrontar un juicio: Augusto Bernardino Leguía y Alberto Fujimori.

El historiador Juan Luis Orrego mencionó que, por ejemplo, Fernando Belaunde Terry estuvo en El Frontón antes de ser presidente y que, luego de ello, en octubre de 1968, fue derrocado por el militar Juan Velasco Alvarado y encerrado una noche en un calabozo de la División Blindada del Rímac, desde donde fue deportado a Argentina.

“Técnicamente, el primer expresidente que terminó en la cárcel fue Augusto B. Leguía. Le dieron un golpe de Estado en agosto de 1930. La Marina quiso protegerlo pero la presión popular y política hizo que lo llevaran primero al penal del Frontón y luego al Panóptico, una cárcel que subsistió por 100 años donde está ahora el Hotel Sheraton, en el Centro de Lima. No estuvo en una cárcel especial como los actuales exmandatarios, sino en una cárcel común. Murió allí en 1932 por cáncer de próstata”, refirió Orrego.

El historiador señaló a este diario que los encarcelamientos de presidentes en el siglo XIX se dieron bajo un contexto que no puede compararse con el actual, puesto que en un escenario de guerra no existían juicios ni proceso penal alguno, sino que, de perder la batalla, los mandatarios iban directo a la cárcel.

“Agustín Gamarra estuvo preso en un momento, pero ese tipo de detenciones son propias del caudillismo. También Ramón Castilla estuvo preso en alguna época tras la Batalla de Ingavi. Es difícil comparar esos casos con los del siglo XXI. A Billinghurst le hicieron un golpe de Estado, la dinámica política del siglo XIX es distinta y corresponde a la lógica del caudillismo militar, porque no hay juicios ni tribunales: pierdes una batalla y estás detenido”, aseveró.

Que expresidentes sean enjuiciados no es motivo de orgullo para un país, pero es mejor que funcione un sistema de justicia para que los procese y los condene si así corresponde.

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